Transforma la vida de tu familia en tres pasos.

Cada mañana me levanto pensando que será un buen día, pero es mirarme al espejo en el baño y ya tengo la sensación de que eso va a durar lo que dura en deshacerse el azúcar de mi café en el desayuno. Porque desde el primer momento de la mañana el estrés es parte de mi vida, de la vida de mi familia. En cuestión de minutos ese precioso día que me había imaginado se vuelve gris y oscuro. Desde primera hora empiezo a sentir que mis hijos no me hacen caso, me cuesta levantarles de la cama y aunque trato de hacerlo con paciencia y amor termino increpándoles porque se hace tarde. Me desespero para que desayunen, se vistan y preparen sus cosas para salir de casa en un tiempo prudencial. 

Todos los días es lo mismo, los gritos en casa son nuestro despertador porque es la única manera que tengo de que me hagan algo de caso. Salgo de casa malhumorada y con mis hijos arrastrándose tras una madre que solo sabe protestar y regañarles. El camino hacia el colegio trato de que sea agradable pero me resulta difícil estar tranquila cuando en mitad del trayecto mis planes se frustran porque uno se deja el bocadillo en casa y hay que volver a la carrera o el otro tiene que llevar chandal porque le toca educación física y se nos ha olvidado…, les culpo a ellos, ellos me culpan a mi, yo me siento culpable…, soy yo quien se ocupa de todas sus cosas y no, no llego a todo aunque lo intento.

Les dejo en el colegio y aunque les echaré de menos no hay un momento de parar para decírselo, para decirles cuánto les quiero. Voy al galope al trabajo, sintiendo que vivo en “el día de la marmota” y que cada mañana vivo con mis hijos es igual o peor que la anterior…, y no solo eso, luego llega la tarde, la temida tarde. Si la mañana ha sido todo un show la tarde no deja nada que desear.

… pienso: “Te están vacilando, esto con su padre no pasa…!” y aunque lo intento no puedo retener mi enfado, cojo la peonza y se la quito gritando: “¡Se acabó! ¡He dicho que os quitéis los zapatos ya!!!. Mi hijo grita “Pero que haces, devuélveme la peonza, es mía!!!!” 

Les recojo y les pregunto qué tal el día, “Bien…” me responden sin mucha efusividad, no me da tiempo de ahondar pero en mi interior siento que hay algo, muchas cosas que me pierdo, que no me cuentan, me pregunto: “¿estarán bien? ¿tendrán algún problema?»…, no hay tiempo, tocar ir a la carrera a fútbol, a inglés, a judo, a piano…, a lo que toque, todo con tal de que tengan la mejor educación y “estén bien prepararnos para la vida”, como dice mi pareja. 

Llegamos a casa, “Quitaros los zapatos y lavaros las manos.”- les digo. Pasan directos a su habitación, con los zapatos puestos y se ponen a jugar…, voy a su habitación y les repito lo mismo, siguen jugando con sus peonzas, parecen no escucharme. Les alzo la voz y les repito lo mismo para que me escuchen, dicen: “Síii… pesada ahora vamos…!” siguen jugando y yo, empiezo a sentir una presión en el pecho, pienso: “Te están vacilando, esto con su padre no pasa…!” y aunque lo intento no puedo retener mi enfado, cojo la peonza y se la quito gritando: “¡Se acabó! ¡He dicho que os quitéis los zapatos ya!!!. Mi hijo grita “Pero que haces, devuélveme la peonza, es mía!!!!” 

Le  regaño por gritarme (aunque soy consciente de que lo he hecho yo primero) y les digo: “Castigados sin peonzas una semana!!!”… Mis hijos me miran con tanta ira y desconcierto en la cara…, que ahora mi enfado se ha convertido en tristeza… y en mi interior me pregunto “¿Porqué…, para qué he dicho eso?” 

Ahora sí se quitan los zapatos y se lavan las manos pero ni me miran a la cara.

Toca hacer la tarea, ¡nueva batalla! “No tengo deberes…” es la frase de cada tarde, me toca revisar todos sus libros y cuadernos, se les olvida la agenda a menudo en clase, tengo que ocuparme de que estudien aunque lo hacen desmotivados y desalentados. 

“Esto es un rollo, queremos jugar!!” y aunque lo sé y siento que a mi también me gustaría que jugaran, lo cierto es que no hay tiempo, y desde mi frustración les digo “¿Qué te crees que a mÍ me gusta trabajar?, pero es lo que hay…” y en mi mente me planteo: “¿Eso es lo que hay? ¿La vida con mis hijos siempre va a ser así, una lucha?”

Terminamos la tarea, hora de baño, pijama, cena y dormir… y de nuevo un nuevo conflicto. “No me quiero bañar”, es la frase preferida de mi hijo mayor, “Ya pero hay  que bañarse” es mi respuesta constante.

– “Vete al baño ya!” … 

  • “¿Por qué?… 
  • “Porque lo digo yo!”
  • “No me voy a bañar hoy, mañana!” … 
  • “No!! lo harás hoy!” 
  • “No pienso hacerlo!” 
  • “O te vas al baño ahora mismo o te quedas castigado y no vas al cumpleaños de Javi mañana por la tarde”… 
  • “Me da igual… no me voy a bañar…”

Esta situación me saca de quicio, no sé qué hacer, sabe que tiene que bañarse y aun así se opone a cada cosa que le digo, cada día, en cada rutina…, le acabo de castigar con no ir al cumpleaños de su mejor amigo y le da igual… Estoy desbordada! 

Llega papá y nos encuentra en plena discusión, cuando pregunta qué pasa, yo le respondo enfadada con un grito “¡¡Tu hijo que hace lo que le da la gana!!”… mi hijo, se va a la habitación y pega un portazo.

Me calmo y trato de ir a hablar con mi hijo pero se niega a hablarme, cuando lo intenta su padre dice que no le entendemos…, que le dejemos en paz. Para lograr que haga caso le dice: -“Si te bañas ya te compro este finde el juego de la videoconsola que querías…” yo no estoy desacuerdo con eso… pero si logra que se bañe, habremos ganado la batalla ¿?.

Hora de la cena. Mi hijo pequeño: “No quiero verdura”… 

– “Te la vas a comer”, le dice su padre. 

  • “No!! no me la voy a comer, no me gusta…, hazme otra cosa mamá!” dice llorando… 

Yo estoy agotada y por no oírle me levanto de la silla para hacerle algo diferente, mi pareja me dice que no lo haga, pero ya no tengo fuerza para luchar más… terminamos discutiendo nosotros, mi hijo pequeño se va a la cama sin comer la verdura. 

Puede que esta situación familiar te parezca exagerada o quizá te sientes muy identificada con cada palabra escrita. Si es así, supongo que cada noche cuando llegas a  la cama, te ocurrirá como a esta madre y te plantearás: 

“Esta no era la idea que yo tenía de familia cuando iba a ser madre…, imaginaba una buena relación con mis hijos, creía que sería una madre que sabría escucharlos y comprenderlos, que me llevaría bien con ellos y que disfrutaría.., pero no es así…

¿Cómo hacen otras familias para que su hogar no sea un campo de batalla? 

¿Es posible que los hijos hagan caso sin tener que recurrir a amenazas, chantajes y castigos?

¿Es posible resolver los conflictos con los hijos sin gritos y vivir con tu familia en calma…?” 

Desde luego que es posible y desde luego que tú puedes disfrutar de tu maternidad real y positiva, logrando tener una buena relación con tus hijos, aprendiendo a educarlos con amabilidad y firmeza, resolviendo los conflictos desde la calma y logrando que tu familia sea el espacio de bienestar que todos os merecéis, con tres claves que quiero regalarte. 

✓La primera: Implica a tus hijos en las rutinas del día a día, fomenta en ellos la autonomía para que se sientan parte de un equipo y no meros “súbditos” que deben obedecerte, solo un niño motivado hará aquello que le haga sentirse bien. 

✓La segunda: Pregúntate ¿Qué relación quiero tener con mis hijos? Piensa que aspectos son importantes para tí, sobre qué valores basas tus acciones y trata de traducirlos en normas coherentes que permitan fomentar la relación que quieres tener con tus hijos y que les ayuden a aprender qué actitud deben tener ellos en cada circunstancia. 

✓La tercera: Ten en cuenta tus necesidades y las suyas. Utiliza la negociación cediendo en algún sentido por ambas partes para resolver conflictos con tus hijos, ¿has pensado como te sientes tú cuando te ordenan y no te dan opción a elegir ni opinar?

Espero que estas tres claves te ayuden a mejorar tu relación con tu familia. Desde luego que hay muchos aspectos más que podemos valorar juntos, muchos más recursos que podéis adquirir para poder disfrutar de una familia en calma, puedes contactar aquí conmigo para comentarme tu caso. 

Las 10 claves (que nadie conoce) para educar niños felices.

Cuando educamos lo hacemos con la intención a corto plazo de que nuestra hija o hijo desarrolle una serie de capacidades y aprenda ciertas actitudes que le permitan adaptarse a la sociedad de forma optima. 

Si un día cualquiera en el que vas corriendo como habitualmente y pensando en las mil cosas que tienes que hacer, un veinteañeros con un identificativo te parara en mitad de la calle y tratara de hacerte una encuesta en ese mismo momento sobre “¿Para qué educas tú a tu hijo?” Probablemente, para salir del paso, dirías algo así como:

- “Pues para que sea buena persona” o “Para que sea alguien de provecho” o “Para que sepa  defenderse en la vida…” 

Eso es lo inmediato, pero ¿y si, ahora que estás tranquila, te propongo algo? 

Un pequeño reto que te va a permitir hacer un descubrimiento muy importante para ti y tu hijo;  Quiero preguntarte:¿Para qué educas a tu hija o hijo? Piensa durante un par de minutos -Te dejo un momento- … 

Hola! ya he vuelto, ¿has podido responder? Quizá no me aleje mucho de tu respuesta si te digo que tú, y mayoría de madres y padres dirían: “Para que sea feliz”. 

Sí, así es y es que aunque somos conscientes de que vivimos en la era de la inmediatez y queremos todo para ya, hay algo que no debemos perder de vista y es que: 

1. Educar es un proceso a largo plazo. 

2. Queremos que la educación que les damos a nuestros hijos sea una experiencia tan inmensamente rica como para que consigan ser lo que quieran ser en su vida, pero sobretodo para que consigan estar sanos y sentirse felices. 

Pero, ¿y por qué no pensamos en ello cada día? 

¿qué es lo que nos impide centrarnos en que nuestro objetivo es que nuestro hijo sea feliz? 

Pues desde luego el estrés, las prisas, la falta de tiempo, que hay mil tareas que tenemos  que hacer cada día y que buscamos resultados y soluciones inmediatas al momento, lo que hace que educar en muchos momentos sea el trabajo más estresante de tu vida, y que solo puedas fijarte en la rutina del día a día y lo que ocurre a corto plazo. que solo te permite plantearte si hoy has conseguido que tu hijo haga sus tareas sin rechistar, si ha recogido su cuarto si tener que decírselo 20 veces o si se ha comido las verduras…

Pero entonces, ¿cómo puedo lograr mi objetivo final con la educación de mis hijos?¿cómo puedo educar niños felices? 

Bien, no todo está perdido, por suerte si has llegado hasta aquí quiere decir que tienes más herramientas de las que crees, yo solo voy a acompañarte a descubrirlas y a conectar con aquellos aspectos más positivos y motivadores de la apasionante tarea de educar a tu descendiente. 

Vamos a por ello!! 

CLAVES PARA EDUCAR NIÑOS FELICES. 

1. Dale palabras y valida sus emociones: ayúdale a identificar lo que siente en cada momento, a comprender cada emoción y dale herramientas para que aprenda a gestionarla de forma positiva. SÍ, la tristeza o el enfado también son emociones buenas y SÍ, también son necesarias y no hay que rechazarlas. 

Recuerda: Lo malo no es el enfado sino lo que hago con él si no lo gestiono. 

2. Ayuda a tu hijo potenciar su autoestima y a desarrollar un autoconcepto ajustado: Acompáñale a identificar sus fortalezas personales, aquellas capacidades y habilidades que le permiten reconocerse como un ser único y especial. 

Recuerda: Evita las alabanzas vacías, degradan su autoestima.  

3. Escucha a tu hijo: permítele que te explique sus ideas, sus razonamientos y sus conclusiones, solo así podrás saber realmente qué le preocupa, qué necesita y sus motivos para actuar como lo hace. 

Recuerda: Parar a escuchar ayuda a solucionar muchos conflictos en familia. 

4. Mira a tu hijo a los ojos: la mirada nos conecta con el otro, los niños necesitan ser mirados para sentir que son tenidos en cuenta, que son importantes.

Recuerda: cuando tengas que decir algo a tu hijo procura ponerte a la altura de sus ojos y mirarlo, de esa manera se sentirá más conectado contigo y tenderá a hacer lo que le pides. 

5. Ofrece normas basadas en tus valores personales: para que tu hijo comprenda qué aspectos son importantes en la vida, pueda integrarlos y ajustar su conducta a ellos explícale porqué debe hacer una cosa y porqué no puede hacer otra. 

Recuerda: la coherencia entre lo que dices y lo que haces es la base para que tu hijo integre las normas, si quieres que una norma sea respetada en casa tienes que ser la primera en cumplirla.  

6. Plantea límites lógicos: que permitan a tu hijo aprender a autorregularse, que le ayuden a ir identificando el camino que le hace sentirse bien consigo mismo y con los demás.

Recuerda: los límites establecidos siempre con amabilidad y firmeza ayudan a tu hijo a desarrollar su autonomía y su autoconciencia. 

7. Resuelve conflictos en familia por medio de tu estilo asertivo: ser asertivo es una habilidad que permite defender nuestras necesidades y derechos sin agredir ni ser agredido, así que trata de ofrecer un espacio a cada miembro para que pueda expresar lo que necesita para llegar de forma conjunta a un acuerdo. 

Recuerda: los conflictos son parte de las relaciones así que están presente en todas ellas. 

8. Abraza a tu hijo a diario: el contacto físico es una necesidad básica como comer o dormir, para que tu hijo se desarrolle de forma saludable es importante que haya contacto físico y conexión emocional. 

Recuerda: a veces más vale un abrazo que mil palabras.  

9. Dile qué te gusta de él o ella: solemos hablar con nuestros hijos de las cosas que no nos gusta que hagan, pero ¿te paras cada día a decirle a tu hijo que te encanta que dibuje tan bien, qué sea tan buen deportista o tan generoso con sus amigos? 

Recuerda: eres un espejo en el que mirarse, dale una imagen ajustada a la realidad. 

10. Dile que le quieres cada día: parece algo obvio, nuestros hijos son lo que más queremos pero no basta con darlo por supuesto es importante decírselo. Que sepan que el amor que sentimos por ellos es incondicional y que siempre nos tendrán a su lado para lo que necesiten. 

Recuerda: el amor no puede estar sujeto a tus emociones, aunque estes enfadada con tu hijo el afecto es innegociable. 

Como ves en estas 10 claves hay mucho trabajo por tu parte, por supuesto que no es fácil, yo tengo un dicho en mi vida: “Nada que merezca la pena es fácil” así que manos a la obra y si te sientes perdida o te faltan recursos para poder aplicar cualquiera de los pasos aquí me tienes, puedes contactar conmigo y juntas lograremos alcanzar tu objetivo educativo: Educar niños felices.

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